Este martes 15, en la festividad de Santa Teresa de Jesús, la comunidad del Seminario acudimos a la eucaristía de apertura del Sínodo Diocesano, convocado por nuestro arzobispo, D. Antonio Cañizares en la pasada solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. El objetivo principal del Sínodo es buscar un nuevo impulso para la evangelización, llevando a Jesucristo a la sociedad para transformar al hombre de hoy, que vive al margen de Dios. Los jóvenes, las familias o el mundo de la cultura son algunos de los horizontes principales que se afrontarán en esta asamblea abierta ayer, y que finalizará en 2020, en la Solemnidad de Pentecostés.
La celebración de apertura tuvo lugar en la Catedral de Valencia, y en ella D. Antonio nos animó a ser valientes, a anunciar la Palabra de Dios al mundo con fuerza y alegría. En palabras del cardenal, ha convocado el Sínodo «por acción del Espíritu Santo y escuchando la voz del Señor y el clamor del pueblo de la diócesis de Valencia, que vive con sufrimiento como en la sociedad de hoy prevalece un silencio sobre Dios, como si no existiera, donde reinan el individualismo y el relativismo». El obispo reflexionaba sobre la falta de cristianos en la vida pública, ya que muchas veces vivimos con cierta pasividad y debilidad evangelizadora, casi como con vergüenza de nuestra fe.
D. Antonio, que cumplió el mismo día de la apertura del sínodo 74 años, demostró su gran celo por encender y llevar la fe a todos los rincones de nuestra diócesis, con una Iglesia en salida, como dice el Papa Francisco. Por ello, llamó a todos los creyentes: clero, religiosos, catequistas, padres, educadores,.. a responder a esta llamada del Espíritu Santo, que nos pide una renovación interior para llevar al mundo el amor de Dios. Este sínodo es, por tanto, una llamada a «recuperar una Iglesia evangelizada y evangelizadora, valiente y libre, que anuncie a Jesucristo como la gran Verdad que salva al mundo. La Iglesia tiene una única pero absoluta riqueza, que es Cristo, y esto es lo que tenemos que llevar al mundo».
Como nos recordó el obispo, tenemos que ser conscientes de la necesidad de conversión personal y continua: «Sin conversión no hay Iglesia. Necesitamos una Iglesia que haga realmente cristianos, testigos de Jesús en todas las esferas de la vida. El mundo, especialmente los jóvenes, tienen sed de vida, de amor, de esperanza. Sólo Dios colma esta sed del hombre. Tratando de eliminar a Dios estamos eliminando al hombre».
Para alcanzar este celo por llevar el amor de Dios a todos y cada uno de los hombres, D. Antonio nos invitó a poner la mirada en Santa Teresa de Jesús: «Sólo Dios basta. Quien a Dios tiene, nada le falta. Este debe ser el horizonte del sínodo».
Respondiendo a esta llamada, los seminaristas, en comunión con el Arzobispo y con la diócesis, queremos poder decir y vivir, como la santa de Ávila: «Vuestro soy, para vos nací ¿qué mandáis hacer de mí?» Como dijo D. Antonio, citando a San Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo! Abrid las puertas a Cristo. Permitid y ayudad a que Cristo hable al hombre de hoy y lo sane»
Nos encomendamos a Jesucristo, a la Virgen de los Desamparados, a Santa Teresa, y a todos los Santos Valencianos, para que nos ayuden a ser realmente Iglesia que refleje el verdadero amor de Dios a todos y a cada uno de los hombres. Como nos dice nuestra madre María: ¡Haced lo que Él os diga!
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